Las emociones son importantes por que las batallas se libran en el corazón. Ahí está el núcleo de mi identidad. No obstante, limitar la persona exclusivamente a las emociones no deja de ser un reduccionismo. Somos mucho más que emociones; tenemos además, una dimensión cognitiva, volitiva, física y espiritual o transpersonal. Las emociones hay que integrarlas con el resto de dimensiones. No se pueden separar de la persona. El centro de integración es el corazón.
En la existencia diaria se produce, una tensión entre ser fiel al SER (a lo que yo quiero ser) y a la satisfacción inmediata de mis apetencias sensibles; sin darme la oportunidad de si eso que yo quiero “aquí y ahora” me aporta más humanidad o me la destruye…
Las decisiones que tomamos día a día en distintos contextos vitales van construyendo nuestra personalidad armónica o desentonada emocionalmente. Esta última produce una inmadurez afectiva cuyos resultados suelen ser: hedonismo, sentimentalismo, voluntarismo, etc…
La verdadera gestión de la emoción tiene en cuenta QUIÉN SOY YO? O QUIÉN QUIERO SER?; o lo que es lo mismo tiene en cuenta la jerarquía de valores y el ideal de vida.
El proceso de valoración inicial de la realidad es muy automático. Ante una contrariedad o ante algo que nos produce una atracción, realizamos siempre una valoración inmediata con una experiencia emocional agradable o desagradable seguida de una reacción fisiológica… si somos impulsivos tendremos una respuesta rápida que dará lugar a un comportamiento que puede ser efectivo para ese momento si se trata de huir de una amenaza física; o a un secuestro emocional (damos el mando de nuestra vida a las emociones)
La otra opción es la reflexión (la razón) que ayuda a revaluar conscientemente esa realidad que nos impacta y la respuesta es más reflexiva… y los criterios de valoración pueden haber sido: valores, ideal de vida, experiencias, sentido de la responsabilidad, etc.
Las opciones de respuesta no se acaban aquí porque conocer nuestra historia personal, la influencia que tiene el ambiente social donde nos movemos, el temperamento, la jerarquía de valores y el ideal o estilo de vida…van a influir en la gestión de las emociones; aunque esas circunstancias no nos determinan puesto que somos libres. Para poner fin a la emoción es necesaria la libertad pensando en lo que yo busco y deseo. Es un dinamismo personal y es revelador de quien soy o de quién quiero ser.
Conocer nuestro corazón es abordar mejor las emociones, porque cada emoción tiene un mensaje.